El MICE, un sector turístico de alto valor pero en ocasiones subestimado o poco reconocido, quizá por ser un segmento turístico tan diferente del resto o minoritario. Lo que está claro es, que un sector que abarca reuniones, incentivos, conferencias y eventos aporta significativos beneficios económicos y sociales a los destinos turísticos. Por tanto, el MICE merece atención y recursos.
En primer lugar, el valor económico del MICE es notable. Con un presupuesto diario promedio por visitante tres veces mayor que el de un turista convencional, representa un mercado de 13.000 millones de euros y proporciona empleo a más de 80.000 personas. Este aspecto lo convierte en un mercado de alta rentabilidad que merece ser aprovechado.
Además, el sector contribuye a la desestacionalización del turismo al desarrollarse en fechas y días de alta actividad profesional, lo que ayuda a distribuir de manera más equitativa la carga turística a lo largo del año. Esta complementariedad con el turismo convencional promueve un modelo más sostenible y estable en el tiempo.
El enfoque exigente del MICE en cuanto a calidad de servicio y experiencia también beneficia a la oferta turística local, mejorando la formación del personal y la calidad de los servicios en general. Asimismo, ser sede de eventos importantes eleva el perfil del destino, posicionándolo como un referente en diversos ámbitos, desde la innovación hasta la inclusión social.
Éste también contribuye a la creación de futuros visitantes al ofrecer experiencias de alta calidad a profesionales con alto poder adquisitivo, quienes a menudo regresan al destino con familiares o amigos. También estimula el intercambio de conocimientos al atraer expertos y conferenciantes, lo que beneficia tanto a los asistentes locales como a la comunidad en general.
Inversión e iniciativas
El MICE puede generar oportunidades de inversión al atraer profesionales y empresarios destacados, quienes, al familiarizarse con el destino, pueden decidir invertir en él. Ejemplos como la apertura de delegaciones empresariales o centros de investigación después de la celebración de eventos destacados ilustran el potencial de este segmento para impulsar el desarrollo económico local.
En cuanto a iniciativas que mejoran el destino, ya sea en términos medioambientales, sociales o incluso de legado, están siendo cada vez más integradas en los eventos. Estas acciones incluyen actividades como reforestación, renovación de escuelas o campañas de concientización sobre temas de salud.
Trabajar de forma específica y con recursos
Es esencial abordar este segmento de manera específica y con recursos adecuados. No es simplemente un resultado natural de la estrategia turística de un destino, sino que requiere un enfoque propio. Estamos hablando de una industria con actores específicos que a menudo no participan en otros tipos de turismo. La demanda de calidad es muy alta y los organizadores son muy celosos de sus especificidades, prefiriendo interactuar con expertos en eventos.
Además, la captación de eventos específicos es un proceso complejo y detallado, ya que se realizan candidaturas evento por evento. El éxito en este ámbito requiere conexiones con diversos sectores como el económico, mediático, universitario e investigativo. El MICE no se desarrolla únicamente mediante políticas turísticas generales, sino que necesita un plan estratégico propio.