El día a día implica tomar una decisión tras otra. En lo que a eventos o reuniones se refiere, comienza desde la fase de preparación hasta el momento de su celebración. Algunas de estas decisiones pueden llegar a ser triviales, pero por el contrario otras pueden llevar al fracaso horas de trabajo.
Cuando algo se hace por costumbre, a veces se pierde la percepción de su importancia. Es el caso de las decisiones, las cuales muchas veces se toman de manera inconsciente. Pero lo cierto es, que la toma de decisiones es una función ejecutiva superior de nuestro cerebro, es decir que se producen a través del control voluntario de pensamientos y acciones.
Esto quiere decir, que las decisiones no son procesos aislados, sino que dependen de ciertos factores como la motivación, las creencias, la percepción, la memoria, la atención, o las emociones. Teniendo claro esto, existen algunas claves que pueden ayudar positivamente a lo largo del proceso.
Refuerzo positivo
La motivación aumenta cuando se debe tomar una decisión que al hacerlo genera una consecuencia positiva. De manera contraria, si se trata, por ejemplo, de una reunión con fines desagradables es posible que se busque aplazarla o cancelarla. Por ello, para tomar dicha decisión, la clave es pensar en lo que facilitará el resto del proceso, la tranquilidad para el equipo y la imagen de profesionalidad que se dará al cliente.
Resultados reales
Cuando se sabe de antemano que la repercusión de la decisión será real, la seguridad con la que ésta se tomará será mayor. Esto tiene relación directa con la autoestima, la sensación de autoeficacia y el locus de control interno. De ahí, que tener claros los objetivos, el presupuesto y las líneas rojas del evento, sea tan determinante para saber qué decisiones tomar o no. De lo contrario, la propuesta puede quedar en el aire.
Expectativas
Las expectativas que se tengan intervienen respecto a las consecuencias de la decisión en cuestión, si suponen beneficios o pérdidas. Por ejemplo, ante una duda para decidir, se puede utilizar la técnica de la esperanza inversa. Esta consiste en preguntarse: «¿Qué consecuencias tendría si no elijo esta opción?»
Estado emocional
El estado emocional de una persona influye a la hora de tomar la decisión. Alguien feliz tiende a sobrevalorar los beneficios y a menospreciar los riesgos. En cambio, en caso de estar triste se suele ser más cauteloso. Por otro lado, una persona enfadada tiende a tomar decisiones más impulsivas. Mientras que el miedo puede provocar paralización. Según el momento, es conveniente aplazar la decisión y darle una vuelta para acertar en la medida de lo posible.
Saber escuchar
Trabajar en equipo ayuda. Cuando el análisis lo hace una persona, es más probable que esté encerrado en sus propios juicios. La objetividad es la subjetividad consensuada, por tanto, la suma del análisis de diferentes personas sumará en busca de la mejor toma de decisiones. Además, cuanto más multidisciplinar sea el equipo, más diferencias de pensamiento habrá, lo que sin duda ayudará al objetivo. Si a esto se le suma la simplificación de la hipótesis, será más sencillo tomar una decisión. Cuanto más sencillo, racional y explícito sea el problema planteado, mejor se evitarán las alteraciones en los análisis.